ARQUITECTURA CIVIL Y RELIGIOSA
Según Alberto Corradine, por el año de 1969 se escribieron algunas lineas sobre la arquitectura realizada en Zipaquirá y se mencionan algunos casos de viviendas importantes, lo cual parece apropiado repetir ahora, dentro de estas construcciones se encuentran:
Palacio Diocesano
Es una de las casas más importantes de la ciudad, y sin que se pueda señalar con tal precisión la fecha en la cual fue levantada, todo conduce a considerarla como construida a finales del siglo XVIII puesto que para 1816, uno de sus locales sobre la plaza mayor sirve de capilla a los condenados al martirio por causa de la libertad por orden de don Pablo Morillo. Se sabe que para el año de 1927 cuando era propiedad de don Francisco Vargas se alojó allí el general Santander, vicepresidente de Colombia para entonces. Años más tarde cuando se crea el Banco de Zipaquirá, su sede estará en esta casa y durante el gobierno del General Rafael Reyes será destinada a servir de sede al gobierno de la Gobernación de Quesada. La situación de la casa en el lugar más destacado de la plaza del coronel Gonzáles, costado occidental en el centro de la cuadra, se ve enfatizado con la presencia de un piñón sobre la portada. Una mezcla de elementos de raigambre barroca con expresiones populares de un lejano academicismo le permite ganar en importancia formal, la cual se enfatiza con los balcones corridos situados a los dos lados de la portada principal.
Casa de la calle 5 N° 6-67
Sobre el mismo costado de la plaza, se encuentra esta casa que como en el caso anterior, su fecha exacta de construcción no ha sido precisada pero corresponde al grupo de viviendas construidas a partir del retiro de los indígenas de Zipaquirá a Nemocón, puesto que en la esquina existía antes una capilla Posa, tan cara a la devociones de aquellos. Esta circunstancia hace pensar en su edificación luego de la erección de la parroquia de San Antonio de Zipaquirá el 3 de agosto de 1979. En la clasificación o tipología de las viviendas coloniales, se habla del modelo "Zipaquirá", por ser frecuente en la ciudad y prácticamente inexistente en otros lugares del país. El ingreso a la escalera se encuentra ornado con un arco "seudoconopial, casi trilobulado", que se repite en otros lugares de la misma casa, forma que invita a meditar sobre las influencias estéticas que lo produjeron puesto que se podría hablar de un sesgo mudéjar o un netamente barroco. Hace muchos años existió sobre la portada de ingreso un interesante balcón curvo.
Casa de Jose Joaquín Lasso de la Vega
Según los documentos que don José Joaquín Lasso de la Vega presento ante la Real Audiencia de Santafé en 1801, ya existía la casa iniciada probablemente a partir de una licencia expedida por el corregidor don Carlos Burgos, por el año de 1782, para servir de oficina para la dirección de la explotación de sal, cuyo monopolio poseyó, precisamente cuando este funcionario comienza a construir la antigua casa de cárcel y despacho del alcalde de la población que existió hasta 1928, cuando fue remplazada por el actual Palacio Municipal.
Entre 1927 y 1929, realizado según diseños del ingeniero Carlos José Lascano Berti, inscrito en una concepción francesoide en los elementos estéticos y formales, dotado de abundante ornamentación exterior e interior, con su fachada principal rematada por dos cúpulas recubiertas en metal en forma de escamas, según modelos franceses. Curiosamente el mismo profesional deja dos modelos de arquitectura totalmente diferentes, pero ambos de gran interés en el ámbito de la historia de la arquitectura en Colombia.
La importancia económica de la explotación salinera induce al gobierno nacional a edificar en el solar que perteneció a los Caciques de Zipaquirá, demoliendo previamente una vieja casa de un piso que ya había prestado sus servicios como administración de Salinas, un moderno edificio destinado a prestar diversos servicios: los administrativos derivados del manejo de Salinas Terrestres, la residencia del administrador, la sede de los servicios públicos de correo, teléfono y telégrafo, cuyo costo de construcción corrió por cuenta del ministerio de hacienda. La obra fue encomendada al arquitecto bogotano Alberto Manrique Martín, utilizado un elegante estilo académico calificable como neoclásico, al cual se le agregó de manera casi inexplicable un acento francés, definido por una cúpula de silueta ojival escamada, de clara concepción barroca, situada sobre la esquina principal del edificio.
Casa del pintor Federico Rodríguez
Es una casa dotada de patio claustreado, y con diseño y organización inspirados en los models clásicos imperantes en Europa desde el renacimiento y rejuvenecidos durante la primera mitad del siglo XIX, por tal motivo posee gran regularidad en la disposición de sus puertas y ventanas, así como elevadas pilastras que comprenden los dos pisos de altura. En la actualidad sirve de sede a la Curia Diocesana.
Casa de las Navas
Aun cuando no se ha podido precisar la fecha de construcción de la casa que fue propiedad de la familia Navas y posteriormente de los descendientes del doctor Parmenio Cárdenas, si puede afirmarse sin lugar a dudas que es la edificación, que individualmente posee el balcón de mayor longitud en el país, puesto que se extiende sobre sus dos fachadas de manera continua. Está edificada en adobe y madera y se encuentra organizada alrededor de un solo patio.
Es el único ejemplo de casas de dos pisos que no posee la misma organización especial y de circulaciones que todas las demás que existen en Zipaquirá, porque su escalera se adosa a uno de los muros de fachada y no es visible desde la puerta de entrada como si ocurre en los demás casos.
La iglesia mayor
La paulatina degradación de la vieja iglesia del pueblo de los Indios, hizo necesario pensar en la edificación de una nueva iglesia concordante con su condición de parroquia de blancos. Por los años finales del siglo XVIII, los vecinos de la parroquia realizan algunas reuniones para tratar el tema de la renovación de la iglesia por daños que ya había acumulado en 70 u 80 años, ademas se le considera insuficiente para el crecido numero de vecinos. Con la participación de dos maestros de albañilería, Manuel Delgado y Juan Ignacio Salgado, y dos de carpintería Cayetano Alba y Francisco Fonseca se realiza una visita a la iglesia y al respecto señalan que: las paredes no están desplomadas, pero presentan daños, el Baptisterio y la pared de una capilla se están cayendo y solo queda en pie medio campanario y está cayéndose, así con la ampliación por los vecinos se estima su costo en 10000 pesos toda la obra. Por esos mismos días se establecen conversaciones con el capuchino Fray Dominguez Peréz de Petrés, quien realiza un avalúo de las obras necesarias y señala un costo de 70000 pesos. Ese proyecto sera finalmente acometido pero solamente en 1805.
Las nuevas visitas que hizo el capuchino Fray Domingo Pérez de Petrés por el año 1803, cuando se dirigía a Chiquinquirá para estudiar el diseño de una nueva iglesia allí, dedicada a albergar el Milagroso cuadro de la Virgen, permite a los vecinos conocer mejor las experiencias del frayle, autor por ese entonces de la construcción de la fuente publica que existió por años en la plaza de San Victorino en Bogotá, así como la canalización respectiva que servía también para suministrar agua a su convento de la Capuchina, además de las obras adelantadas para mejorar la sacristía mayor de la Catedral. De esa manera en 1805 la realización del nuevo edificio con calidades similares a las que posee el templo de Chiquinquirá. El nuevo trazado equivalía a cuadruplicar el área existente y lograr alturas muy superiores a las correspondientes a la vieja iglesia.
El plan propuesto contempla un edificio de tres naves, con pilastras compuestas y capiteles corintios sobre los cuales se apoyan cúpulas vahídas, por lo cual las alturas son similares. El espacio se ajusta a una cruz latina que domina el diseño, con los brazos rematados en hemiciclos. Las naves laterales solamente llegan hasta el crucero y los espacios laterales al presbiterio lo ocupa al oriente la iglesia levantada provisionalmente para el culto, mientras duraba la construcción del gran edificio de la iglesia mayor, y hacia el occidente se encuentra la Sacristía. A los pies, por fuera de las naves se colocan dos torres, por por lo cual la fachada adquiere mayor desarrollo e importancia.
Su proceso constructivo fue lento, como corresponde a toda obra de gran aliento, lo importante es señalar que en 1916 se concluye la edificación y sus ornamentos interiores y exteriores, cuando también se había formado un coro alto no concebido antes.
Siglo XX
A partir del soglo XX, se contará con nuevas construcciones de neto sabor académico, donde se utilizan zócalos de piedra, algunas pilastras muy simples y cierta riqueza en la ejecución de cornisas, todo ello sin que signifique la modificación de los esquemas de organización de las viviendas provenientes de la propia época colonia. Algunos materiales industriales como el baldosin de cemento, la ejecución de carpintería por medio de procesos mecánicos ya usados desde la segunda mitad del siglo XIX, se tornan comunes e imprimen un carácter especial a las viviendas levantadas en éstas primeras décadas hasta 1940, a las cuales se agrega el empleo abundante de vidrio para formar gabinetes en los corredores, formados ahora con pies derechos (columnas de madera). Así, las viviendas seguirán contando con un patio central situado entre la sala y el comedor, y con habitaciones en un costado. Contarán también con un segundo patio dedicado a las actividades internas de la vivienda: cocina, lavadero, cuarto de servicio y excusado, como se denominaba al recinto destinado a albergar el mueble del sanitario, etc, y con frecuencia un pequeño solar o tercer patio.
Pasaran casi 25 años antes de que la ciudad pueda contar con una red adecuada de alcantarillado, pues el alcalde Alberto Quevedo Z. informaba al consejo en marzo de 1937 que muy pronto se arreglarían las vías dañadas por las excavaciones necesarias para construir el alcantarillado.
En 1911 la linea férrea que venia de Bogotá había llegado a las cercanías de Ubaté y avanzaba decididamente en dirección a Chiquinquirá.
Teatro Roberto Mc Douall
Poco antes de iniciarse la primera gran guerra en 1913, se inician las obras de un edificio destinado a servir de Teatro, bajo el auspicio de una compañía privada denominada "Teatro de Zipaquirá" ajustada a los planos elaborados por el arquitecto Pietro Cantini, después de haberse desvinculado voluntariamente a la obra del capitolio nacional, a causa de ciertas dolencias visuales causadas por la diabetes que sufría. Agotados los aportes de los accionistas originales, la obra se suspendió por largos años hasta 1923 cuando la junta de accionistas autorizó a su gerente la venta del edificio al municipio, en el estado en el que se encontraba por la suma de 3000 pesos. El negocio se concretó mediante la escritura 107 de 1925, de la notaria 4° de Bogotá, según cita de Guillermo Quevedo. Pocos años más tarde se enomienda al ingeniero cucuteño Carlos Jose Lascano Berti, la conclusión del teatro lo cual logra con alguna prontitud para diciembre del año 1937 luego de lo cual el gobierno municipal lo dedica al poeta Roberto Mc Douall, obra que se ajusta elegantemente a los modelos estéticos de la arquitectura ejecutada según el espiritu del Art. Deco.
Estación del tren
A finales de los años 20s, se construye una nueva Estación de Ferrocarril, en momentos en los cuales se desempeñaba como ministro de obras públicas el ingeniero Laureano Gómez, la cual fue diseñada y construida por el ingeniero Luis Bazzani, quien en este caso sigue una linea estética que oscila entre las formas neoclásicas y ciertos atisbos neobarrocos, acordes con las tendencias locales. El ingeniero Bazzani adopta diferentes formas arquitectónicas en otros edificios de la misma época.
BIBLIOGRAFÍA
Corradine A. Alberto, (1979). Algunas consideraciones sobre la arquitectura en Zipaquirá. Bogotá.
Nota: todos los textos fueron tomados tal cual aparecen en el libro de la bibliografía anteriormente presentada.